viernes, mayo 06, 2005

Retos y desafíos de las universidades en el contexto social actual. Parte 2.

Entre tales tendencias podemos mencionar: la masificación de la educación superior, que se justifica por los efectos, principalmente de carácter social, que ésta puede implicar para quienes adoptan esta vía para su desarrollo; la necesidad cada vez más apremiante de estarse educando permanentemente para adaptarse continuamente a los cambios vertiginosos que se presentan en el mercado de trabajo; la importancia de vincular más estrechamente el desarrollo técnico con el desarrollo humano, concibiéndose a este último componente como imprescindible para cualquier proceso de desarrollo; lo imprescindible del trabajo interdisciplinario, que demanda aprender a trabajar en equipo para resolver problemas sociales entre quienes presentan diferentes conocimientos y habilidades; una concepción diferente acerca de cómo se genera el conocimiento, que admite que éste ya no es privativo de las universidades porque su formación puede originarse en otros sectores, tales como el industrial y el gubernamental; la búsqueda incesante para encontrar una respuesta a la incógnita de cómo evaluar aprendizajes más profundos, que por su naturaleza, trascienden lo meramente memorístico; y finalmente, el esfuerzo continuo de las universidades por ubicarse en un punto de equilibrio entre su necesaria autonomía para ocuparse de su propia política y las cuentas que tienen que rendir ante la sociedad acerca de su contribución a la solución de sus problemas (Schmelkes, 2003).

Las tendencias que se mencionaron en el párrafo precedente, demandan para las universidades del siglo XXI, esfuerzos y logros particulares. Términos como “calidad de vida integral” y “capital social” se erigen como consecuencias deseables para la intervención que las Instituciones de Educación Superior (IES) procuran ahora, debido al estrecho vínculo que se vislumbra entre la escolaridad de los individuos y su participación cívica en la sociedad, ya que tal relación le aporta a ésta, la configuración de estados verdaderamente democráticos y la gobernabilidad, que implica entre otras cosas, una mayor confianza en las instituciones y en la ciudadanía.

Para lograr estar a la altura de semejantes aspiraciones, las propuestas que las universidades actuales manifiesten deben ser, en definitiva, diferentes a lo que las ínsulas aisladas del siglo XVII presentaban como su labor más loable; en otras palabras, sus objetivos deben vislumbrar un trabajo distinto para con la formación de los futuros profesionistas por cuanto pueda vincularlos cada vez más con la realidad de su tiempo y de su sociedad. Según las ideas expuestas por Sylvia Schmelkes, las universidades deben diversificar sus objetivos de modo tal que, preparar personas capaces de tener una calidad de vida integral sea una prioridad, como también que estas sean capaces de participar ciudadana y políticamente por quienes han sido menos favorecidos en el desarrollo, y que por lo mismo, estén preparados para convivir armoniosamente con quienes sean diferentes a ellos mismos.