lunes, mayo 30, 2005

Retos y desafíos de las universidades en el contexto social actual. Parte 3.


De acuerdo a estas ideas, las universidades deberán primero transformarse a sí mismas para poder estar en sintonía con tales objetivos, concibiendo de un modo distinto para ello, algunos de sus elementos constitutivos.

Uno de los elementos que amerita, al parecer de manera imprescindible, de una reconceptualización semejante es el conocimiento, y más específicamente, el proceso que da cabida a su generación y a sus implicaciones personales y sociales. Actualmente, y principalmente en los países desarrollados, éste empieza a ser visto como una marca de calidad universitaria en tanto pueda caracterizarse por su pertinencia social, es decir, como consecuencia de una actividad científica estrechamente vinculada con los problemas de la sociedad a la que sirve, en cuyo sentido, podría denominársele como un conocimiento socialmente robusto, o parafraseando a Schmelkes: “no es cuánto sé sino la pertinencia social de lo que sé” (2003); sin embargo, para generar esta clase de conocimiento es imprescindible que las universidades promuevan la participación de sus alumnos en el desarrollo de tareas auténticas, cuyos propósitos sean solucionar ciertos problemas de la sociedad e impulsar, de manera sensata, procesos de desarrollo que puedan considerarse como necesarios o deseables.

La sociedad, por su parte, requiere cada vez más de ciertos aspectos particulares de esta clase de conocimiento en quienes egresan de las universidades: en primer lugar, de una capacidad estratégica que les permita ubicar su pensamiento ahí donde se le necesita para brindar soluciones, visualizando al mismo tiempo contingencias a mediano y largo plazo, con el propósito de estar preparados a cualquier posible cambio; y en segundo lugar, de un sentido común que les aporte la disposición de aceptar, continuamente, rupturas epistemológicas, y que por lo mismo, promueva en ellos la convicción acerca de la existencia efímera de cualquier certeza, lo cual, resulta imprescindible para contar con una actitud positiva hacia el cambio constante y a vivir conceptos nuevos.

Definitivamente, una enseñanza que fomente en los alumnos universitarios pensar creativamente, a comprender los hechos, y a juzgar también, que toda hipótesis que se use para alcanzar esa comprensión factual puede cambiar en cualquier momento, demanda a su vez una reconceptualización acerca de lo que el docente hace: en primer lugar, ya no puede seguir considerándosele como el único que puede hacer algo en el salón de clases para generar el aprendizaje de sus estudiantes, y esto más que una consideración se trata de la constatación de una realidad muy frecuente en nuestros días, en la que resulta prioritario que cada quien se haga responsable de los conocimientos, habilidades y valores que incorporará como estudiante en la universidad, y que pondrá en juego más tarde, para encontrar un espacio de trabajo cuando justamente no hay muchas oportunidades de ser empleado por alguien más; en segundo lugar, vinculado estrechamente con lo anterior, la motivación para que los estudiantes sigan aprendiendo después de graduarse de la universidad resulta uno de los aprendizajes más importantes que el docente puede promover como parte de su formación, para lo cual, deberá aportarles herramientas para autoestudiar, investigar por iniciativa propia y autorregularse, con la finalidad de que sean ellos quienes puedan acceder a la información y al conocimiento que necesitan cuando así lo requieran; y en tercer lugar, en contraposición con la visión tradicionalista del trabajo en solitario que el docente se ve precisado a realizar para planificar sus prácticas en el aula escolar, cada vez se hace más evidente la necesidad de vincular la producción y la reproducción del conocimiento en las universidades a través del trabajo en equipo entre quienes, dedicándose a la docencia pero también a la investigación, consideren imprescindible participar en trabajos interdisciplinarios, que por ejemplo den cabida al diseño de las tareas auténticas, con las que se pretende que los alumnos alcancen ese conocimiento, caracterizado por Schmelkes, como socialmente robusto.